viernes, 14 de octubre de 2011
jueves, 13 de octubre de 2011
miércoles, 12 de octubre de 2011
Carta de despedida del Che a Fidel
GRANMA INTERNACIONAL 1997. EDICION DIGITAL La Habana. Cuba
"Año de la Agricultura"
Habana
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Direccón del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
"Año de la Agricultura"
Habana
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Direccón del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
jueves, 6 de octubre de 2011
EL HOMBRE SABIO.
El sabio se mantiene alejado de la rivalidad, de la codicia y de la confusión producida por los deseos.
El sabio es feliz al vivir, es bondadoso y armoniza con todos, es sincero al hablar, equilibrado y recto en el trabajo y en la vida.
Sabe valorar a las personas por sus acciones y no por sus palabras.
Se aleja del hombre ruidoso y cuya maldad reina en sus palabras y en su corazón.
Calla cuando debe callar.......
Cuando acaba su obra, se retira oportunamente, su respiración es fresca como la de un niño, y busca siempre beneficiar a los hombres.
El sabio es difícil de comprender, es cauteloso como quien atraviesa un río en invierno, prudente como quien tiene enemigos, reservado como el huésped de una casa, sencillo como la madera, tranquilo como un valle y profundo como las aguas de un lago.
El sabio posee poco porque se ha olvidado de las cosas, su presencia es modelo para todos los hombres.
No se muestra, por eso resplandece, no se vanagloria, por eso sobresale, no se exalta, por eso merece elogio, es humilde y se mantiene íntegro.
Permanece independiente, aunque viva rodeado de gloria y esplendor nunca pierde la paz.
El sabio no es impetuoso, y nunca pierde el dominio de sí mismo.
El sabio no ofende a nadie, y nunca halla motivo para rechazar a nadie.
El sabio es aquel que se conoce a sí mismo, que quiere conquistarse a sí mismo, más que conquistar a otros.
El sabio, contemplado, no parece digno de ser mirado, oyéndolo, no parece digno de ser escuchado,
sin embargo, contiene en sí todas las virtudes.
El sabio parece que no hace nada y, sin embargo, nada queda sin realizar.
El sabio hace del corazón de los demás el suyo propio.
Con el bueno obra de forma buena, con el malo obra de buena forma.
El sabio se parece a un niño, nada ni nadie le daña.
El sabio se da cuenta de las cosas que para los demás pasan inadvertidas, y estima por igual las grandes y las pequeñas.
El sabio no combate, mas siempre vence, y no teme a la muerte.
El sabio es, en fin, quien está en armonía con la naturaleza. Colaboración de Alexandra Ramírez Zambrano.
ALGUNOS TOQUES ZEN.
Recuerde este proverbio chino:
Los Maestros pueden abrir la puerta mas sólo usted puede entrar.
Tenga un proyecto de vida, mas esté abierto para percibir las señales del camino.
Sea flexible como los gajos de un árbol al viento, así nada podrá quebrarlo.
Encienda un incienso.
El marcar el tiempo de su meditación o de cualquier actividad y purifica el ambiente.
Además de eso, según los monjes zen-budistas, el humo esparce bienestar a todos los seres y eleva nuestro espíritu.
Tenga cerca una caja de arena, con algunas piedras y modifique cada día la posición de ellas y el trazado de los granos.
Mover en el jardín zen es una forma de aquietar la mente y una metáfora de la vida: Todo está cambiando en todo momento, un día es diferente de otro y usted puede crear su presente.
En el trabajo, cuando estuviera en una situación de conflicto o recibiera una provocación, no reaccione inmediatamente. Respire y preste atención, pues siempre hay una manera de resolver las cuestiones de forma pacífica, con respecto amorosamente. Caso contrario, usted entra en la sintonía de acciones y pensamientos negativos, dañinos para los otros y para usted mismo.
En el tránsito, manténgase atento y gentil con los otros conductores. Mantenga distancia y ceda el paso. Si está muy alterado con la espera, tenga en el vehículo música tranquila y algunos caramelos. Eso baja la ansiedad y suaviza el enojo e impaciencia.
Simplemente sea lo que es, Acepte su cuerpo y sus pensamientos.
Acuérdese de mirar hacia el cielo.
Eso expande los límites de la mente y nos recuerda que somos una pequeña parte del inmenso Universo, que esta siempre en movimiento.
Al hablar, use palabras de cariño y respeto, pues usted está delante de otro ser humano, sea quien fuera.
Reserve algún tiempo y apenas quede sin hacer nada:
No piense, no contemple, no desee cambios.
En cada gesto simple de lo cotidiano, usted puede descubrir nuevos placeres. Saboree el agua y cada alimento como un bien precioso, una fuente de energía vital.
Cuando este comiendo o cocinando, no despedicie.
Comience el día sentándose con la columna erecta, (puede ser en la silla), perciba su respiración, los latidos de su corazón, sus tensiones, sus pensamientos.
Quédese así por algunos minutos, después respire hondo y salga al mundo dispuesto a aceptar el día como venga, como si fuese el primero de su vida.
Viva el momento presente. El pasado ya se fue y el futuro aún no existe.
El aquí y ahora es la única realidad.
La respiración tiene el poder de cambiar rápidamente su estado de ánimo.
En situaciones de estrés, ansiedad, enojo, tristeza, calme su respiración y tenga en mente que todas las situaciones son pasajeras, que todo está en constante transformación.
Preste atención en todo lo que hiciere y mire las acciones y los comportamientos repetitivos como una nueva oportunidad de percibir la vida con más cuidado y amor.
Los Maestros pueden abrir la puerta mas sólo usted puede entrar.
Tenga un proyecto de vida, mas esté abierto para percibir las señales del camino.
Sea flexible como los gajos de un árbol al viento, así nada podrá quebrarlo.
Encienda un incienso.
El marcar el tiempo de su meditación o de cualquier actividad y purifica el ambiente.
Además de eso, según los monjes zen-budistas, el humo esparce bienestar a todos los seres y eleva nuestro espíritu.
Tenga cerca una caja de arena, con algunas piedras y modifique cada día la posición de ellas y el trazado de los granos.
Mover en el jardín zen es una forma de aquietar la mente y una metáfora de la vida: Todo está cambiando en todo momento, un día es diferente de otro y usted puede crear su presente.
En el trabajo, cuando estuviera en una situación de conflicto o recibiera una provocación, no reaccione inmediatamente. Respire y preste atención, pues siempre hay una manera de resolver las cuestiones de forma pacífica, con respecto amorosamente. Caso contrario, usted entra en la sintonía de acciones y pensamientos negativos, dañinos para los otros y para usted mismo.
En el tránsito, manténgase atento y gentil con los otros conductores. Mantenga distancia y ceda el paso. Si está muy alterado con la espera, tenga en el vehículo música tranquila y algunos caramelos. Eso baja la ansiedad y suaviza el enojo e impaciencia.
Simplemente sea lo que es, Acepte su cuerpo y sus pensamientos.
Acuérdese de mirar hacia el cielo.
Eso expande los límites de la mente y nos recuerda que somos una pequeña parte del inmenso Universo, que esta siempre en movimiento.
Al hablar, use palabras de cariño y respeto, pues usted está delante de otro ser humano, sea quien fuera.
Reserve algún tiempo y apenas quede sin hacer nada:
No piense, no contemple, no desee cambios.
En cada gesto simple de lo cotidiano, usted puede descubrir nuevos placeres. Saboree el agua y cada alimento como un bien precioso, una fuente de energía vital.
Cuando este comiendo o cocinando, no despedicie.
Comience el día sentándose con la columna erecta, (puede ser en la silla), perciba su respiración, los latidos de su corazón, sus tensiones, sus pensamientos.
Quédese así por algunos minutos, después respire hondo y salga al mundo dispuesto a aceptar el día como venga, como si fuese el primero de su vida.
Viva el momento presente. El pasado ya se fue y el futuro aún no existe.
El aquí y ahora es la única realidad.
La respiración tiene el poder de cambiar rápidamente su estado de ánimo.
En situaciones de estrés, ansiedad, enojo, tristeza, calme su respiración y tenga en mente que todas las situaciones son pasajeras, que todo está en constante transformación.
Preste atención en todo lo que hiciere y mire las acciones y los comportamientos repetitivos como una nueva oportunidad de percibir la vida con más cuidado y amor.
LOS TRES SACOS
La verdadera ciencia de la vida consiste en aprovechar al máximo el día presente, el día de hoy, olvidando el pasado y dejando en paz el futuro.
Hay personas que cargan sobre sus débiles hombros tres sacos a la vez. Un saco pequeño, fácil de llevar, es el saco de penas, trabajos y alegrías de un solo día, el día de hoy.
Un segundo saco pesado, abrumador, el del pasado. Son esas gentes que vuelven y vuelven a recordar las penas pasadas, los fracasos que tuvieron, las heridas que sufrieron. Se empeñan en rascar las heridas y así siempre están sangrando y nunca se curan.
Y todavía se empeñan en llevar un tercer saco muy pesado, el del futuro. Son los que miran al mañana con miedo, esperando siempre lo peor.
Llevar hoy la carga de mañana unida a la de ayer, hace vacilar y tambalearse al más fuerte, pero nadie nos manda vivir así.
Nadie nos manda llevar al mismo tiempo los tres sacos.
El Señor de la vida hizo las cosas mas sencillas y nos dijo: "Bástale a cada día su afán". El creó el día para trabajar, luchar y esforzarnos y creó la noche para dormir, descansar y olvidar.
Así, en realidad la vida consta de un solo día. Cada noche podríamos decir que nos morimos por unas horas cuando dormimos, para resucitar nuevamente al despertar por la mañana.
¿Por qué no vivir un solo día a la vez? El pasado ya pasó, no volverá; déjalo en paz. Si puedo sacar de mi pasado alguna buena lección, está bien, la saco, pero sí no, lo dejo, lo olvido.
Nada gano recordando mis problemas y amarguras del ayer.
El futuro, por otra parte, aun no llega, no se si llegará. ¿Por qué me preocupo tanto?
Lo único que tengo, lo único de lo que soy dueño, es de este día de hoy, por tanto lo voy a vivir y disfrutar como si fuera el único día que voy a tener. Un día es una vida entera en miniatura.
Tenia razón aquel poeta cuando decía "Mira a este día porque es la vida, la mismísima vida de la vida".
En su breve curso están todas las verdades y realidades de tu existencia: la bendición del desarrollo, la gloria de la acción, el esplendor de las realizaciones.
Porque el ayer es solo un sueño y el mañana solo una visión, Pero el hoy bien vivido hace de todo ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza, mira pues bien a este día.
Ante una ardua tarea solemos pensar en toda la vida. ¿Por qué no conformarnos con llevar nuestra carga de un día?.
Todo mundo puede soportar su carga, por pesada que sea, hasta la noche; todo el mundo puede realizar su trabajo, por duro que sea, durante un día.
Todos pueden vivir, pacientemente, de modo amable y sano hasta que el sol se ponga y esto es realmente lo que la vida significa.
Tengo un día de vida y nada más. Con él puedo hacer maravillas o destruirlo.
Lo que no puedo es vivir una semana, un mes, un año a la vez. Se vive HOY.
Feliz día!
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